La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad autoinmune inflamatoria crónica que afecta principalmente a las articulaciones. Se caracteriza por la inflamación de las membranas sinoviales, que son los tejidos que rodean y lubrican las articulaciones. La AR suele afectar a las articulaciones simétricas, lo que significa que afecta a las mismas articulaciones en ambos lados del cuerpo, como las manos, las muñecas, los codos, las rodillas y los tobillos. También puede afectar otras partes del cuerpo, incluidos los pulmones, el corazón, la piel y los ojos.
Los síntomas de la AR pueden variar de persona a persona, pero los signos comunes incluyen dolor en las articulaciones, hinchazón, rigidez matutina prolongada, fatiga general y disminución de la función de las articulaciones. Los síntomas pueden fluctuar, con períodos de brotes inflamatorios activos y períodos de remisión relativa en los que los síntomas son menos pronunciados.
La causa exacta de la artritis reumatoide aún no se comprende completamente, pero se acepta ampliamente que, además de las predisposiciones genéticas, que pueden aumentar el riesgo de desarrollar la enfermedad, son los desencadenantes ambientales, incluido el estrés (físico, mental y/o nutricional), los que parece jugar un papel.
El tratamiento de la artritis reumatoide tiene como objetivo reducir la inflamación, aliviar el dolor, prevenir el daño articular y mejorar la función articular. Los medicamentos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAME) a menudo se recetan para retardar la progresión de la enfermedad y reducir la inflamación. Los corticosteroides también se pueden usar para controlar rápidamente la inflamación durante los brotes agudos. Sin embargo, además de los tratamientos médicos, otras intervenciones en su rutina pueden ayudar a controlar la afección de manera integral.
La inflamación es un aspecto central de la AR. Para reducirlo es importante adoptar una dieta adecuada, rica en nutrientes y baja en inflamación. Algunos pacientes ya saben que eliminar el gluten puede hacerles bien, pero es sólo uno de los muchos factores desencadenantes que hay en su plato.
El sueño también jugará un papel crucial. Un sueño de calidad es esencial para promover la recuperación, reducir la inflamación y mejorar la respuesta inmune.
Las hormonas del estrés, a través de su impacto sobre la inflamación y la calidad del sueño, desempeñan un doble papel. Saber cómo gestionar su estado mental y emocional a través de la meditación y la respiración puede resultar útil.
Aunque puede resultar difícil mantenerse activo debido al dolor y la rigidez, los ejercicios suaves y personalizados también pueden ayudar a mejorar la fuerza muscular, la flexibilidad y la movilidad de las articulaciones.